Hablar desde el quehacer artístico es pensar, desentrañar, observar la vida, como se constituye la temporalidad en que nos tocó habitar, desde una mirada como sujeto en un contexto de microcosmos hacia lo que nos muestra lo objetivo como realidad global o macrocosmos, la información y desinformación en que se fluctúa, un límite o distancia que hay entre el recuerdo y el olvido, entre la imagen y cuerpo, entre lo real y aparente, entre lo oculto y el deseo. La realidad se ha convertido en una apariencia que se traduce a verdad y una pérdida del ser, del sentir, del ver, escuchar, tocar y hablar, apariencia de una ilusión de un deseo, de lo que se “quiere obtener” , como los niños cuando anhelan un juguete nuevo y al tenerlo pierde el encanto o la novedad, así pasa con todo en la actualidad, la carencia de permanencia, todo se desvanece en al aire, lo que en los años 60 ya Guy Debord escribía en la “Sociedad del Espectáculo” : “La alienación del espectador en beneficio del obj